TINTAS NATURALES

Santiago Vergara Pineda

El doctor Santiago Vergara Pineda, especialista en parasitología agrícola e investigador de nuestra Facultad, organiza el primer diplomado de Biología Forense en México. Aunque lleva casi 25 años estudiando y practicando la entomología forense, afirma que sólo es “un hobby”. Y así como no oculta su amor por las moscas (“son lo más evolucionado de los insectos”), está convencido de que es necesario que las personas encargadas de investigar crímenes en nuestro país profundicen en esta clase de conocimientos. Tintas Naturales platica con el doctor Vergara.


Por Juan José Flores Nava
Octubre de 2023
FCN-UAQ

Moscas, gusanos, ácaros, hongos, tierra, lodo, maleza, animales carroñeros, carne en putrefacción, cadáveres. Huimos de todo ello. Pero hay un grupo de personas que, contrariando al sentido común, se acerca a esos y otros elementos biológicos que la mayoría no queremos ni ver.

Ese grupo tiene un solo apellido: forense. Pero el nombre de pila que lleva cada una de las ramas que lo integra no aparece, desde luego, en el santoral: entomólogo, acarólogo, micólogo, tricólogo, bacteriólogo, microbiólogo, botánico, etcétera.

El doctor Santiago Vergara Pineda, especialista en parasitología agrícola, pertenece —no obstante su formación como ingeniero agrónomo— a la rama de los entomólogos forenses. Y aunque dice que esta área de la investigación criminal es, para él, sólo un pasatiempo, “un hobby”, su tesis doctoral (2011) la dedicó al estudio de algunas moscas con importancia forense. Es más: su investigación fue la primera en el país que empleó un cadáver humano para obtener información entomológica.

Por eso no duda en decir que ama las moscas. “Son lo más evolucionado de los insectos”, afirma mientras conversamos en su cubículo del Laboratorio de Entomología del Campus Juriquilla de nuestra Facultad. Así que el doctor Vergara lleva casi 25 años practicando esta peculiar afición. Lo que le permite ahora organizar, con el respaldo de la FCN-UAQ, el primer diplomado en Biología Forense en México, de urgente necesidad, si se mira con detenimiento, para nuestro país (y una opción de titulación para pasantes de la Licenciatura en Biología).

Entre el 6 de octubre de octubre y el 1 de diciembre los asistentes a este diplomado podrán conocer, además de entomología, acarología, microbiología, botánica, antropología y tafonomía forense, aspectos como la química de la descomposición de cadáveres; manejo, clasificación, embalaje y procesamiento de la evidencia; marcos legales; aplicaciones de la biología molecular en la entomología forense; identificación cadavérica mediante ADN; depredación por carroñeros superiores; y genética forense en casos criminales.

Sí, algunas de las cosas que vemos en series como CSI, Mentes criminales, Detectives médicos, Reporte forense o La química de la muerte son posibles (incluso en nuestro país y a pesar del atraso que en esta materia muestran todas las fiscalías).

“Es necesario que las personas encargadas de investigar crímenes en México profundicen en esta clase de conocimientos y que los académicos vayamos adaptando la literatura que se genera en países como Estados Unidos, Inglaterra o España a la realidad nacional”, dice el doctor Santiago Vergara Pineda.

“Las moscas son lo más evolucionado de los insectos”. (Imágenes proporcionadas por Santiago Vergara Pineda)

Entomología y acarología forense

En la edición especial dedicada a la entomología forense de la Revista Digital de Ciencia Forense (UNAM, 2023) se narra una historia muy conocida entre los especialistas, pero que quizá resultará interesante para quienes recién se acercan al tema. Es sobre el primer caso conocido en el que los insectos ayudaron a resolver un crimen. Sucedió en el siglo XII y fue relatado por el abogado chino Sung Tz’u en su libro El lavado de los males.

La historia dice que cierto día hubo un asesinato cerca de un campo de arroz. Todo indicaba que el arma homicida había sido una hoz, una herramienta común utilizada en la cosecha de aquel cereal. ¿Cómo identificar, entonces, al asesino, si este instrumento era tan común entre los trabajadores? Bueno, pues un magistrado local los reunió y les dijo que depositaran las hoces sobre el suelo: “Aunque todas las herramientas parecían limpias, una rápidamente atrajo un gran número de moscas. Las moscas podían sentir el residuo de sangre y tejido invisible al ojo humano. Cuando se enfrentó a esta evidencia, el asesino confesó el crimen”.

En México, la entomología forense es una actividad muy reciente. A tal grado que en el año 2000 el doctor Santiago Vergara Pineda fue el primer mexicano en tomar el Taller de Entomología Forense de la Universidad Estatal de Pensilvania, en Estados Unidos. Ahí conoció a Jason Byrd, autor del libro Forensic Entomology: The Utility of Arthropods in Legal Investigations. En 2007 visitó a Jeffery Tomberlin, actual director del Programa Forense y de Ciencias de la Investigación de la Universidad de Texas A&M, quien en 2008 sería uno de los participantes del primer Taller Internacional en Entomología Forense en el país, en cuya organización también participó el propio doctor Vergara mientras estudiaba la especialidad en Ciencias en Parasitología Agrícola, en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, en Saltillo, Coahuila.

Como ponentes extranjeros de aquel taller, además de Tomberlin, asistieron Gail Anderson, de la Universidad Simon Fraser, en Vancouver, Canadá, y John Wallace, de la Universidad Millersville, en Pennsylvania, Estados Unidos. Por parte de nuestro país los especialistas fueron Humberto Quiroz Martínez, de la Universidad Autónoma de Nuevo León; Arturo Cortes Cruz, del Servicio Médico Forense del Distrito Federal (hoy Ciudad de México); Juan Luis Valencia Rodríguez, antropólogo forense de la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado de Morelos; y Humberto de León Múzquiz, de la Fiscalía General del Estado de Coahuila. Y se inscribieron profesores, estudiantes y, sobre todo, personal de las procuradurías de justicia de Chihuahua, Coahuila, Distrito Federal, Estado de México, Guanajuato, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas.

Años más tarde, en 2016, el doctor Vergara invitaría a la doctora Alejandra Perotti, de la Universidad de Reading, en el Reino Unido, quien es reconocida como la mejor acaróloga forense del mundo, a participar en el primer Taller de Acarología y Tafonomía Forense en México, organizado con apoyo de la Fundación Newton en la FCN-UAQ.

“Empecé estudiando moscas. Luego me puse a investigar ácaros. Conjugando este conocimiento junto con casos reales en los que he podido colaborar con la Fiscalía de Querétaro fue que observé la necesidad de revisar aspectos más amplios, de ahí surge el Diplomado en Biología Forense”, dice el doctor Santiago Vergara Pineda.

Hace algunos años, en una entrevista para el diario español El Correo, la doctora Perotti decía que en una escena del crimen los ácaros podían contar la data y el lugar de la muerte, o si ha habido traslado del cuerpo desde otro lugar. Incluso, agregaba, en una fase avanzada de la descomposición en la que ya no hay insectos, sí hay ácaros: “Los más valiosos son los del polvo, los que están en casa. Son muy específicos y de una habitación al baño cambian. Al pie de la cama puede haber miles de ácaros de una, dos o más especies”.


El suelo, la vegetación y la fauna también son relevantes en una escena del crimen.

La importancia de los indicios biológicos

Es interesante notar que incluso el ámbito de la entomología o de la acarología forense es más amplio del que podríamos pensar, pues no sólo trabaja con insectos o artrópodos terrestres, también lo hace en entornos acuáticos, especialmente en el medio marino, como apuntan las investigadoras Marta Saloña-Bordas y Alejandra Perotti en el artículo “La bioética en el ámbito Forense” (2023).

A eso hay que sumarle el hecho de que una actuación forense no se reduce, como se suele creer, a investigar casos de fallecimiento. “Sirvan de ejemplo los casos de agresiones físicas donde la víctima no fallece y debe ser examinada por un/a forense para determinar los daños sufridos tras la agresión —exponen ambas autoras—. O casos de violaciones de derechos humanos, como son el uso de tortura, el abandono y negligencia en el trato de personas enfermas o minusválidas, donde la o las víctimas están expuestas a parasitosis contagiosas producidas por insectos o por ácaros ectoparásitos”.

Así que, aunque importantes, la entomología y la acarología forense muchas veces no bastan para reunir indicios suficientes en casos criminales. “En algunas ocasiones, cuando un cadáver ha estado a la intemperie, hay depredación por perros. O eso es, al menos, lo que se asume. Entonces se necesita la ayuda de un experto en mastozoología [rama dedicada al estudio de los mamíferos] para que determine si es así o no”, dice el doctor Santiago Vergara Pineda. Y añade:

—En un caso que participé tuve que revisar excretas de perro para saber si había fragmentos óseos que pudiera revisar algún antropólogo y determinar si correspondían a humano o no. En las heces de los animales también se pueden hallar restos de prendas. En otro caso reciente dos jóvenes asesinados fueron colocados en una fosa sobre la que creció maleza. Entonces cabía preguntarse ¿cuánto tiempo llevan esas plantas ahí? De esta manera se suma la botánica forense. 

Durante el diplomado, el doctor Vergara tendrá a su cargo el módulo de microbiología forense, donde abordará nemátodos (gusanos extremadamente pequeños que viven en el suelo y que se alimentan de las bacterias con la descomposición de un cadáver), hongos y bacterias. Se trata, dice, de un área de la investigación forense que no se usa en México (o se usa muy poco). 

La intención es que cada vez más en las escenas criminales se les dé importancia a los indicios biológicos, los cuales, por cierto, no necesariamente corresponden al cadáver en sí mismo, sino que tienen que ver también con el suelo, la vegetación, la fauna, etcétera.


Hay que generar información forense que se adapte a lo que sucede en nuestro país.

 ¿Granjas de cadáveres en México?

Tan sólo en 2022, según cifras del INEGI, en México se registraron más de 32 mil homicidios. En el caso de los hombres, la tasa fue de 44.4 homicidios por cada 100 mil habitantes; para las mujeres fue de 5.8 por cada 100 mil habitantes. Y resulta que hay muy pocos especialistas en áreas relacionadas con la biología forense.

Lo que significa que hay muy pocos trabajos académicos sobre entomología y acarología forense en México, por ejemplo. Y la mayoría de las investigaciones que existen se han centrado en estudiar la fauna y los procesos asociados a la descomposición de los cadáveres, pero usando cerditos, dice el doctor Vergara. Por lo que añade: “Yo siempre he planteado la idea de que ya maduremos como sociedad para que legalmente se permita usar cadáveres humanos donados para hacer granjas, tal y como sucede en Estados Unidos. Aquí nos escandalizamos por cualquier cosa y luego le reclamamos la autoridad de que no hace su trabajo”.

Sin embargo, no todos los especialistas concuerdan con él. En un artículo de BBC Mundo, firmado por Carlos Serrano, se afirma que Sue Black, antropóloga forense de la Universidad de Lancaster, en el Reino Unido, cuestiona el valor científico de estos campos, ya que “sus estudios se basan en pequeñas muestras y resultados altamente variables”.

Una "granja de cadáveres", cementerio forense o laboratorio de tafonomía [el área que estudia lo que ocurre con un organismo luego de su muerte] es una vasta extensión de terreno en el que se colocan a cielo abierto, y bajo diferentes circunstancias, los restos de personas fallecidas que, antes de morir, decidieron donar su cuerpo a la ciencia o que fueron entregados por familiares a los forenses. “El principal objetivo de estos lugares es entender cómo se descompone el cuerpo humano y qué ocurre en el ambiente que lo rodea durante ese proceso”, apunta Serrano en su texto.

Para el doctor Santiago Vergara Pineda sería una forma de generar información que se adapte a lo que sucede en nuestro país (o a cada región). Por ejemplo, dice, al revisar casos de Inglaterra hay literatura en la que se habla de cuatro o cinco meses para que un cadáver llegue a una reducción esquelética: “Nosotros hicimos experimentos en Concá, en la Sierra Gorda de Querétaro, utilizando cerditos, y en seis días ya está en huesos. ¿Por qué? Por el calor que hace ahí”.


La evidencia entomológica puede abrir líneas de investigación criminal.

Hígado, corazón y objetividad

Son varias las investigaciones en las que el doctor Santiago Vergara Pineda ha sido invitado a colaborar. Uno de los casos más importantes tuvo lugar en Querétaro, cuando el cuerpo de una mujer fue encontrado debajo de un puente. Debido a que el cadáver presentaba exposición ósea por depredación, los criminólogos pensaron que el asesinato había ocurrido varios días atrás. Pero la evidencia entomológica diría otra cosa.

“Por suerte identificamos la especie de mosca asociada al cadáver, lo que nos permitió obtener información acerca del día en que fue asesinada esta mujer, basándonos simplemente en el tiempo de desarrollo fisiológico de la especie de mosca encontrada —recuerda el doctor Vergara—. Buscamos, además, información de las estaciones meteorológicas. Entonces hicimos la estimación del intervalo post mortem y fue de pizarrón, o sea, muy puntual. Contar con estos datos permite abrir líneas de investigación. ¿La persona fue asesinada el mismo día en que desapareció o varios días después? Concluimos que la chica murió prácticamente el mismo día en que desapareció. Antes de nuestra intervención los criminólogos pensaban que el cadáver tenía mucho más tiempo debido a que presentaba exposición ósea por depredación. Pero ellos hacían sus estimaciones basados en la literatura extranjera que habían estudiado”.


Otro caso que el doctor Vergara tiene muy presente es uno que sucedió en 2019. Fue invitado a participar en la exhumación del cuerpo de otra mujer. Una de las preguntas que había que resolver era si había sido agredida antes de morir. No lucía como algo sencillo saberlo, pues habían transcurrido ya cinco meses de la inhumación (o entierro). ¿Cómo averiguarlo?

“Una de las primeras cosas que observamos es que la persona tenía sitios de depredación por moscas en lugares no usuales —dice el doctor Vergara—. Eso nos señalaba que seguramente en esos sitios hubo golpes. ¿Por qué? Pues para las moscas los sitios con hematomas, una vez que inicia la descomposición del cadáver, son muy atractivos. Las hembras de mosca los buscan para colocar ahí su progenie. Por lo tanto, la degradación comenzó por ciertas áreas del cuerpo que no son la zona génito-anal o las aberturas naturales de la cabeza (que es donde normalmente empieza). En casos como éste, los indicios entomológicos pueden ser muy útiles, pues duran mucho tiempo. Es importante, por ello, que los servicios forenses realicen una adecuada manipulación, preservación y registro de los cadáveres, además de que se resguarden los indicios y se tome fotografía criminalística”.

A estas alturas seguramente ha quedado claro que el área forense no es un trabajo para cualquier persona. Hay que tener hígado, corazón, seriedad e inteligencia no sólo para poder tolerar el trabajo con cadáveres humanos en diferentes grados de descomposición en ambientes y condiciones impredecibles, sino mucha objetividad frente a las más aberrantes conductas de nuestra especie.