TINTAS NATURALES

 

Luh Hernández durante el II Foro Universitario de Sustentabilidad y Agua, en el campus Concá de la UAQ.


Sólo el uno por ciento de la comunidad estudiantil de la UAQ pertenece a grupos indígenas, sin embargo, en nuestra Facultad, Luh Hernández, estudiante de Biología, ha conseguido que sus voces resuenen al fundar y dirigir Los caminos del colibrí, un programa de radio para las comunidades universitarias indígenas. Reconocida, hace unos días, como una de las Mujeres que Inspiran 2023 e integrante de la Coordinación de Derecho Indígenas de la UAQ, Tintas Naturales ha buscado a Luh Hernández para platicar.


Por Juan José Flores Nava
Junio de 2023
FCN-UAQ

A ella, a Luh Hernández, le interesa la historia, pero terminó estudiando biología. Se volvió experta en elaborar oficios, pero le encanta todo lo que tiene que ver con cultura, con alimentación, con lenguas originarias y con trabajar en comunidades. Es curandera tradicional, pero conoce y maneja el método científico. Es funcionaria universitaria, pero se dio tiempo para insistir, insistir insistir y fundar (dirigir y conducir) Los caminos del colibrí, el único programa radiofónico de la UAQ dedicado a la difusión de experiencias, saberes, proyectos y opiniones de estudiantes indígenas en sus diferentes idiomas.

Además, por si algo le faltara a sus 25 años, ella, Luh Hernández, fue reconocida hace poquito como una de las Mujeres que Inspiran 2023 por parte del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Querétaro y el Centro Educativo y Cultural del Estado de Querétaro Manuel Gómez Morín. Hay algo, sin embargo, que ocupa su atención en este momento: Santa Águeda. Es una pequeña comunidad en Pinal de Amoles, Querétaro, con alrededor de 500 habitantes. Luh quiere poner en juego su gusto por la historia y los conocimientos que adquirió al estudiar biología aquí, en la FCN, para contar, en su tesis de licenciatura, las venturas y desventuras de este sitio, al que considera su comunidad.

¿Al que considera su comunidad? ¿Es que, acaso, María Guadalupe Hernández Leal (quien prefiere ser llamada simplemente Luh) no es originaria de Santa Águeda? Pues no. Ella nació en el municipio de Cadereyta de Montes, Querétaro, pero, debido al trabajo de su papá, su infancia la pasó recorriendo el estado viviendo en Peñamiller, en Jalpan de Serra, en Colón, en Pinal de Amoles… hasta que llegó a la capital, Santiago de Querétaro, para estudiar historia en la UAQ.

Su gusto le duró apenas un año, pues al terminar el segundo semestre, y con promedio de 9.9, se vio forzada a abandonar la carrera porque el dinero no crece en los árboles y porque, en aquel entonces, optó por atender primero una responsabilidad familiar. Su hermana mayor también dejó la escuela y se dedicaron sólo al mundo laboral.

Por fortuna para ella, una de sus maestras de la carrera de Historia se enteró de su caso y la orientó para que entrara a trabajar en las oficinas de Rectoría de la UAQ, donde, con la misma dedicación que había puesto antes en sus estudios, aprendió cómo elaborar oficios, cómo organizar carpetas y cuáles son los pasos burocráticos que se deben seguir para echar a andar montones de actividades.

Pero como Luh no se sabe estar quieta, hizo lo necesario para volver a la escuela. Aunque el reglamento institucional le impedía reinscribirse en Historia, en la Facultad de Filosofía, y aunque aún tenía que trabajar y atender a dos de sus hermanos que vivían con ella, decidió poner en marcha un plan b: estudiar biología en la Facultad de Ciencias Naturales. Lo que, finalmente, consiguió.

—Yo quería dedicarme a algo que tuviera que ver con historia, con cultura, con alimentación, con comunidades y con trabajo en comunidades, por eso llegué a Biología —dice Luh con una enorme sonrisa mientras conversamos en el Jardín Central de la FCN.

Además, añade con el orgullo de quien ha jugado bien sus cartas, el responsable del eje de Lingüística del área en la que ella trabaja ahora, la Coordinación de Derecho Indígena de nuestra universidad, también es biólogo: el maestro Roberto Aurelio Núñez López.


 

Luh Hernández con Pablo Zamora en la cabina de Radio UAQ, en Cadereyta de Montes, Querétaro.

El aire, el colibrí y la palabra

Fue el sábado 6 de noviembre de 2021 cuando se emitió, en vivo, el primer programa de Ndähi: yá ñuu ar tsu̲t'u̲do̲ni / Los caminos del colibrí, desde Radio UAQ en Cadereyta, 95.9 de FM. Llegar a ese primer programa significó para Luh presentar y acumular por casi tres años una enorme pila de documentos, oficios, guiones, escaletas, cartas, peticiones, justificaciones y requerimientos a todo tipo de autoridades al interior de la UAQ, pero, sobre todo, significó una prueba de perseverancia. Cuando hizo los primeros intentos de crear un programa de radio dedicado a los estudiantes indígenas de nuestra universidad, no existía siquiera la emisora de la UAQ en Cadereyta. Tampoco existía, por cierto, la Coordinación de Derecho Indígena.

—Un año después de haber presentado la primera propuesta para crear el programa en Radio UAQ, finalmente me ofrecieron la posibilidad de lanzar cápsulas informativas de 20 segundos —recuerda Luh—, pero, para nosotros, era muy poquito tiempo, pues la idea era presentarlas en al menos tres idiomas indígenas, sin contar la traducción al español. Así que decidimos esperar. Un año más tarde nos propusieron emitir el programa a las 5:00 de la mañana o, bien, a las 11:00 de la noche. También tuvimos que rechazar este ofrecimiento porque nuestro público objetivo son estudiantes que difícilmente estarían escuchando la radio a esas horas. No fue hasta que inauguraron la radio universitaria en Cadereyta y nos ofrecieron el espacio que ahora tenemos que dijimos que sí.

Es muy importante advertir que para el momento en el que las ondas hertzianas de Los caminos del colibrí se expandían por los aires, el programa ya llevaba alrededor de un par de años circulando por la web en Facebook (Los Caminos del Colibrí UAQ) y en YouTube (https://youtube.com/@loscaminosdelcolibri6166). Sin embargo, como el aire mismo es el elemento sobre el que se desplaza el colibrí, Luh estaba segura de que tarde o temprano el programa llegaría a la radio.


 —El colibrí nos habla sobre la resiliencia de aquellos estudiante que para seguir preparándose tienen que dejar prácticamente su cultura y llegar a lugares distintos donde a veces son discriminados. El colibrí los guía y difunde su palabra —dice Luh.  

En el mundo mexica, Huitzilopochtli, el dios de la guerra y cuyo nombre significa “colibrí zurdo o colibrí del sur”, fue quien guío a los hombres y mujeres que fundaron la Gran Tenochtitlan. En “El mito de Huitzilopochtli y los colibríes”, texto publicado en la revista digital UNAM Global, Michel Olguín Lacunza y Myriam Núñez escriben que, según Huitzilopochtli, “los colibríes son los guerreros que fallecieron en batalla, también son mensajeros de los buenos deseos, atraen el amor y la buena suerte, pero vivos, no muertos […]; son combatientes por naturaleza, y aunque son diminutos tienen una gran fortaleza y siempre pelean para defender su territorio”.

Ha transcurrido más de un año y medio desde que Ndähi: yá ñuu ar tsu̲t'u̲do̲ni / Los caminos del colibrí se escucha en la radio, cada sábado, a las 17:00 horas, a través del 95.9 de FM en Cadereyta (estación que, como tantas otras, se puede oír ya por Internet). Durante estos meses, el público ha podido escuchar muy diversas voces expresándose en cerca de 15 lenguas originarias distintas. Si pensamos que en México tenemos alrededor de 65 idiomas originarios, de los que existen, más o menos, unas 365 variantes, podemos darnos cuenta de que el número es, ya, significativo.


 

Integrantes de la Coordinación de Derecho Indígena de nuestra universidad.

¿Todo en este universo se puede explicar?

En algún momento, mientras estudiaba historia, Luh se preguntó si existe algo más grande y más hermoso que el mismo ser humano. Y la respuesta fue sí: la naturaleza, la vida y todas las formas en que una y otra se manifiestan. De esta manera llegó a Biología, carrera que está a punto de terminar y que le ha permitido estudiar, desde las variadas problemáticas sociales y políticas que existen, una parte de las infinitas interacciones entre los seres vivos.

—No podemos estudiar por una parte la biología y por otra la sociedad —dice esta mujer que ha promovido actividades como el Foro Universitario de Sustentabilidad de Sustentabilidad y Agua—. Muchos me preguntan: “¿Qué hace una bióloga en una Coordinación de Derecho Indígena cuando no es experta en leyes?”. La respuesta es muy sencilla: para trabajar con comunidades indígenas es importante entender su cosmovisión, la cual nunca está despegada de la naturaleza. Lo más sagrado para los pueblos originarios está relacionado siempre con la naturaleza, con la vida, y, por lo tanto, con la biología.

—De acuerdo —le digo a Luh—, pero ¿no existe ahí un choque entre dos concepciones distintas de ver y entender el mundo? La biología representa al mundo científico y, para este mundo (al menos en su concepción más pura o radical), la cosmovisión de los pueblos originarios se quedaría en lo mitológico, en lo cultural, en lo ritual.

—¿Los indígenas hacen ciencia? ¿Su conocimiento es científico? ¿La medicina herbolaria es ciencia? Yo soy curandera tradicional, soy médica herbolaria, y me preparé durante años. Con esta visión de lo que es una sahumadora [una mujer medicina según varias culturas] ingresé a la carrera de biología y, a la par, entré a un grupo herbolario para profundizar mis conocimiento. Hace un año recibí mi nombramiento como curandera. Todo esto me permitió darme cuenta de que, sí, en efecto, existe una medicina científica occidental, pero no es absoluta. Desde el primer semestre de la carrera lo supe cuando el doctor Juan Manuel Malda Barrera nos dijo una frase muy bonita: “Si ustedes, como científicos, como biólogos, creen que todo en este universo se puede explicar, entonces esta carrera no es para ustedes”.

—¿Hay que dejar de pensar que siempre vamos a encontrar una explicación para todo?

—Es que esperar una explicación científica para todo es volvernos dogmáticos. Y al volvernos muy dogmáticos les cerramos las puertas a otras visiones. La mayor parte de la historia humana no hemos sido científicos. ¿Los indígenas, con sus conocimientos tradicionales, hacen ciencia? Pues, desde el punto de vista occidental, quizá no. Pero la respuesta, para mí, es que un tipo de conocimiento no tiene por qué pasar por el filtro del otro. Los saberes y la cosmovisión indígenas no necesitan pasar por el filtro de la ciencia occidental para ser aceptados, ni viceversa.