Río Santa María, en el municipio de Arroyo Seco, Querétaro. |
Después de 46 años, la ONU volvió a organizar una Conferencia Global sobre el Agua. Para celebrar el suceso, presentamos la forma en que tres integrantes de la UAQ trabajan en defensa del vital líquido, apoyadas en la gestión social, el desarrollo de proyectos y el trabajo colectivo que hace visible la crisis socioecológica que vivimos.
Por Juan José Flores Nava
Marzo de 2023
FCN-UAQ
El tiempo se agota. Es necesario tomar acciones audaces. La propia Organización de las Naciones Unidas lo reconoce: aunque el agua es decisiva para la salud y la prosperidad de las personas y el planeta, los avances en los objetivos y metas relacionados con el líquido vital distan mucho de ser satisfactorios. Algunos hechos muestran, incluso, que hay retrocesos.
Por ejemplo, desde finales de 2020 el agua empezó a cotizar en Wall Street, el mercado financiero más importante del mundo. Como si se tratara de una mercancía más que debe ser gestionada según las leyes y la lógica del mercado. A los pocos días de darse a conocer la noticia, Pedro Arrojo, relator especial de la ONU para los derechos humanos al agua y al saneamiento, lanzó una alerta al mundo:
“El agua es pieza básica de la salud pública y del bienestar social que nos brindan los servicios domiciliarios de agua y saneamiento —escribió en diciembre de 2020 en el diario El País—. Es vital para sectores económicos vulnerables que son de interés general, particularmente en la agricultura. Pero, además, la sostenibilidad de ríos, humedales, lagos y acuíferos es más necesaria que nunca para vertebrar territorios y garantizar estrategias de adaptación al cambio climático en curso. Valores todos ellos, entre otros, que la lógica de mercado no reconoce, razón por la cual el mercado no es la herramienta adecuada para gestionarlos, y menos desde espacios financieros tan propensos a estrategias especulativas”.
Poco caso han hecho los gobiernos a esta advertencia. La privatización del agua ha ido avanzando no sólo en el mundo en general, sino también en nuestro país. Querétaro no es la excepción.
Por razones como ésta, cada 22 de marzo, desde 1993, las Naciones Unidas convocan a la celebración del Día Mundial del Agua. Este año, 2023, fue una conmemoración especial, pues del 22 al 24 de marzo, en Nueva York, tuvo lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua, un hecho muy significativo si se considera que hasta ahora la única conferencia global sobre el agua convocada por la ONU data de 1977, en Mar de Plata, Argentina. Debe decirse, no obstante, que desde entonces el tema ha sido debatido internacionalmente usando plataformas como el Foro Mundial del Agua y el Foro Alternativo Mundial del Agua.
Hoy más que nunca, por lo tanto, es necesario impulsar una verdadera gobernanza en la gestión del agua con la participación de los diversos sectores sociales, para construir una visión integrada que tenga repercusión en la política pública y con ello en el bienestar social, como propone la maestra Clara Tinoco, del Centro Regional de Capacitación en Cuencas / UAQ.
Ahí radica la importancia del trabajo colectivo que, entre otras cosas, permite de entrada hacer visible la crisis socioecológica que vivimos, según apunta Daniela Guadalupe López Villalpando, estudiante de Biología de nuestra Facultad e integrante del Colectivo Cascadas, el cual, en enero de este año, organizó el II Foro Universitario de Sustentabilidad y Agua (FUSA).
Lo dice bien la maestra Tinoco: se trata de que las decisiones sobre la gestión del agua dejen de estar dominadas por visiones adulto-centristas o visiones patriarcales, y se incorpore —a las discusiones y a las determinaciones legales relacionadas con el agua— a otros actores: jóvenes, mujeres, pueblos indígenas, comunidades, agrupaciones campesinas, representantes de la sociedad civil y de la academia, etcétera.
Pero el tema del agua es tan amplio e importante que también pasa por el conocimiento y apoyo de proyectos, como aquél en el que participa Nelly Alejandra Suastegui Otero, estudiante de la Facultad de Química de nuestra universidad, quien afina una propuesta de ficorremediación de aguas residuales de acuicultura, cuyo propósito central es emplear algas para la remoción de contaminantes del agua utilizada en la cría y la reproducción de peces.
Río Querétaro (otrora conocido como río Blanco) a la altura de Av. Universidad, en la capital del estado. |
Un fallido modelo de desarrollo
Atender distintas voces interesadas en resolver las diversas problemáticas relacionadas con el agua es cada día más urgente. Sobre todo si se considera que México cuenta apenas con el 0.1 por ciento del total de agua dulce disponible en todo el mundo, de acuerdo con el portal interactivo Agua.org.mx. Eso significa que una amplia extensión del territorio nacional está catalogada como zona semidesértica.
Querétaro, claro, no es la excepción, pues no figura entre esos siete estados en los que cae la mitad del total de la lluvia que nutre el suelo nacional: Chiapas, Oaxaca, Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Veracruz y Tabasco. La situación se vuelve más crítica si añadimos que de ese total de lluvia que cae, el 72 por ciento se evapotranspira y regresa a la atmósfera, el 22 por ciento escurre por los ríos o arroyos y el 6 por ciento se infiltra al subsuelo de forma natural y recarga los acuíferos.
Proyecciones oficiales calculan, además, que para 2030 el 75 por ciento de la población de nuestro país estará asentada en ciudades. A pesar de ello, como dice la maestra Clara Tinoco, en el tema del agua muchas decisiones políticas que se están tomando actualmente ignoran la evidencia científica sobre la necesidad de la planificación territorial ante los daños socioambientales del modelo de desarrollo.
—Las políticas sobre agua potable y saneamiento han sido deficientes en cuanto al manejo y la cobertura, privilegiando el abastecimiento a sectores urbanos —explica—además de que no fortalecen los sistemas comunitarios de agua y saneamiento ya existentes, ni reconocen la importancia de la protección de ecosistemas y reservas de agua.
Situación que se hace patente al considerar los enormes costos en infraestructura hidráulica que implica el trasvase para llevar agua de una cuenca a otra, generalmente para abastecer a zonas metropolitanas. Lo que además conlleva importantes efectos negativos ambientales y sociales e injusticia hídrica, pues el agua que se traslada dejará de cumplir la función socioecológica en el territorio del que se extrae.
—De esta manera —dice la maestra Tinoco— jamás se va a resolver de fondo la problemática, puesto que la demanda y el desperdicio de agua en las ciudades sigue aumentando mientras no se planifique ni se gestione la demanda de acuerdo con la disponibilidad.
Foro Universitario de Sustentabilidad y Agua 2023, en el Campus Concá de la UAQ. |
El trabajo colectivo crea grandes cambios
Con el propósito de crear conexiones, contagiar y nutrir este pensamiento sobre la importancia de la defensa y el cuidado del agua, Daniela Guadalupe López Villalpando se integró al Colectivo Cascadas, organización que suma el interés de estudiantes de distintas facultades de la UAQ para informar, hacer ruido y visibilizar la crisis socioecológica que vivimos, teniendo como eje principal al agua.
—Creo firmemente en que el trabajo colectivo puede crear cambios grandísimos —dice López Villalpando—. Este año, el FUSA estuvo presente en los campus Aeropuerto, Amealco, Camargo, Jalpan y Concá de la UAQ, con talleres, conferencias, proyección de documentales y hasta música: una ola de voces que mostraron que el trabajo debe ser interdisciplinario y salir de las barreras académicas impuestas, en donde los conocimientos se cierran a una élite.
Si bien en la organización del II Foro Universitario de Sustentabilidad y Agua participaron estudiantes de las carrera de Biología, Antropología, Desarrollo Humano para la Sustentabilidad, Geografía Ambiental y Horticultura Ambiental, también se sumaron entidades como Bajo Tierra Museo del Agua, la Red en Defensa del Agua y la Vida, la plataforma el Día Después y el Centro Regional de Capacitación en Cuencas, algunas de las cuales también son parte de los colectivos que conforman el Festival Agua Que Corre, que promueve alternativas ciudadanas para la gestión del agua.
El agua: ¿recurso económico o derecho humano?
Las voces, en efecto, tienen que ser múltiples, pues el problema es colosal. Hay una clara disputa entre quienes ven al agua como un recurso económico y quienes la ven como un derecho humano. En esta confrontación los poderes económicos parecen llevar ventaja: no sólo porque fue apenas en 2010 cuando la ONU reconoció de forma explícita el derecho humano al agua y al saneamiento, sino porque la información disponible lo corrobora.
En México, una pequeña pero pudiente minoría, el 1.1 por ciento de los usuarios de agua, aprovecha más de una quinta parte del líquido disponible: se trata de 966 empresas nacionales y trasnacionales, mil 537 personas físicas y 801 asociaciones que acaparan el 22.3 por ciento de toda el agua, según el periodista Agustín Escobar.
De acuerdo con información publicada en 2021 por el Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública (POPLab), las principales empresas productoras de comida y bebidas chatarra (como Coca-Cola, Pepsi, Danone, Nestlé, Bimbo, Aga, Jumex y Kelloggs) consumen cada año al menos 133 mil millones de litros de agua, cantidad suficiente para llenar 16 mil 862 veces el Lago de Chapala, el más grande de México.
En Querétaro, la principal consumidora de agua es Kimberly Clark de México, de los empresarios Claudio X. González (padre e hijo), la cual, según publicó la revista Contralínea el año pasado, tiene una concesión que le permite explotar anualmente más de 14 mil millones de litros de agua, a la que le sigue Bienes Raíces Juriquilla, autorizada a explotar 5 mil millones 744 mil 808 litros de agua anuales. Sólo estas dos empresas rebasan la dotación de agua asignada a la Junta de Agua Potable y Alcantarillado Municipal, que es de 15 mil millones 646 mil 535 litros de agua por año.
En sentido contrario, estas mismas empresas desechan más de 130 mil millones de litros de agua sucia que, tras los procesos industriales, regresa a cuencas, ríos, cuerpos de agua y acuíferos, contaminándolos. Lo que sucede es que, por poner un ejemplo, sólo para producir medio litro de Coca-Cola es necesario usar 35.4 litros de agua, de acuerdo con declaraciones de huella hídrica proporcionadas por Coca-Cola Holanda y retomadas por el POPLab.
Humedales. |
Remoción biológica de contaminantes
Por lo dicho en el párrafo anterior, resulta significativo que —aunque sea en escalas muy pequeñas aún— estudiantes como Nelly Alejandra Suastegui Otero estén buscando soluciones para limpiar el agua residual, en este caso la producida por granjas de peces. En el proyecto de ficorremediación de aguas residuales de acuicultura —que realiza junto con Adriana Tronco Rodríguez y Joanna Ramírez Ramírez— se busca, con el empleo de microalgas, la remoción de contaminantes.
Al tiempo que se intenta reducir los compuestos orgánicos que la producción de peces deja en el agua, se recuperaría la biomasa generada por las microalgas al asimilar los nutrientes para producir con ella nuevos productos: abono, alimento para la acuicultura y biocombustible.
—Las granjas de peces con las que estamos trabajando son pequeñas y sus aguas residuales no producen metales pesados —dice Nelly Alejandra Suastegui Otero—. Por lo tanto, podemos usar procesos biológicos como el que proponemos sin necesidad de utilizar químicos que podrían generar sustancias tóxicas. En las pruebas que hemos hecho hasta ahora se ha logrado reducir la cantidad de contaminantes en un 99 por ciento. Además, como no utilizamos medios físicos ni químicos para la limpieza del agua el costo se reduce muchísimo.
Debido a que las granjas acuícolas en Querétaro son pequeñas y están en comunidades como El Colorado, en el Marqués, no es viable emplear un sistema para tratamiento de agua muy costoso. La desventaja que tiene por ahora el proyecto en el que Nelly Suastegui participa es que la ficorremediación es todavía lenta.
—Justamente una de las cosas que intentamos —dice, con emoción, Nelly Alejandra Suastegui Otero— es optimizar el proceso para que se reduzcan los tiempos de la tasa de degradación de contaminantes y la tasa de crecimiento de las microalgas, de modo tal que resulte beneficioso y pueda competir con los tratamientos convencionales, que son eficaces pero que requieren un sistema integral (físico, químico y biológico) para funcionar, algo que es muy costoso. Nuestro proyecto apunta a ser viable en términos de tiempo y de costos.
Por una ley ciudadana de aguas
La Conferencia del Agua de la ONU que tiene lugar estos días en Nueva York pretende examinar el papel del agua en relación con la salud, el desarrollo sostenible, la resiliencia y el medio ambiente, el clima y la cooperación. De forma alternativa a estas conferencias y foros mundiales que parten desde lo institucional, se realizan foros de los Pueblos por el Agua (thepeopleswaterforum.org) como espacios realmente democráticos y plurales donde organizaciones sociales de todo el mundo luchan por la justicia hídrica y defienden el agua como un bien común y un derecho humano frente al modelo extractivista y de mercantilización del agua.
Queda claro, pues, que en la toma de decisiones no puede seguirse ignorando a los ciudadanos, como sucedió el año pasado en Querétaro, cuando entró en vigor, pese a las múltiples manifestaciones en contra, la Ley que Regula la Prestación de los Servicios de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento del Estado.
—Ante este escenario es urgente una ley ciudadana de aguas —dice, para concluir, la maestra Clara Tinoco—. La llamada #LeyConcesiones aprobada en Querétaro pone en riesgo el derecho humano al agua, además de que no contó con participación pública para su elaboración. Uno de los papeles de nuestra universidad es generar información base para la toma de decisiones, integrarla a los distintos saberes en el territorio y movilizarla a partir de las capacidades locales, formando comunidades de aprendizaje. La universidad es también una entidad gestora que puede promover la articulación entre las comunidades, los centros de investigación, las empresas, los gobiernos y todos los sectores para ir construyendo una visión integrada del agua para el bien común.