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Roberto Garda Salas.

El maestro Roberto Garda Salas se ha especializado en estudios de género, masculinidad, violencia masculina y trabajo con hombres violentos desarrollando y aplicando metodologías de intervención. Integrante de la Dirección de Igualdad de Género y No Discriminación de la UAQ, ofrece pláticas y talleres, pero también realiza publicaciones y organiza foros, seminarios y congresos para reflexionar y fomentar en los hombres (de manera multidisciplinaria) la igualdad y la equidad de género en sus relaciones interpersonales. En Tintas Naturales conversamos con Roberto Garda Salas sobre estos temas, hoy, tan importantes.


Por Juan José Flores Nava
Noviembre de 2023
FCN-UAQ

Para el maestro Roberto Garda Salas no hay duda: todos los hombres ejercemos violencia. Y, ojo, no solamente contra las mujeres. Algunos de manera sutil, otros de forma severa; algunos de manera pública, otros a escondidas. La violencia entendida como abuso de poder es tan frecuente que se la ve como una respuesta habitual de los hombres para resolver los conflictos

Es probable que en este momento, ante una afirmación así, algunos empiecen a sentirse incómodos, pero no hay que alterarse. Se trata de un problema generalizado y común, por lo que nombrarlo (identificarlo) suele causar irritación, enojo. No es un juicio moral, mucho menos legal, sobre los hombres y su conducta, sino el reconocimiento de una situación que debe ser transformada.

El maestro Roberto Garda Salas se ha especializado en estudios de género, masculinidad, violencia masculina y trabajo con hombres violentos o metodologías de intervención. Estudió Economía y luego cursó una maestría en Sociología, donde comenzó su ruta en el feminismo con perspectiva de género. Fue el nacimiento de su hija lo que transformó a este hombre: el deseo de estar cerca de ella, de involucrarse en la crianza.

—Fue un cuestionamiento personal —nos dice en entrevista—. Cuando mi hija nació abrí un espacio en mi casa, en la Ciudad de México, para invitar a otros padres a hablar de lo que es ser papá. Porque para mí es normal que los hombres se preocupen por su paternidad. En ese momento [hace unos 30 años más o menos] no sabía nada de género, pues trabajaba en la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi). Luego me integré a un grupo de hombres y vi que abordaban el tema de la violencia. Inicialmente no me llamó la atención. Pero platicando con mi pareja de ese entonces me comentó que yo ejercía algunas formas de violencia. Le dije que no quería que eso siguiera sucediendo. Así que empecé a ir al grupo. Estuve tres años y entendí la importancia de trabajar la propia violencia. Dejé la Secofi, entré a la maestría en Sociología y me dediqué al trabajo con hombres en dos dimensiones: una práctica y otra académica.

La dimensión práctica la ha ejercido abriendo grupos, dando pláticas y ofreciendo talleres. La dimensión académica la ejerce reflexionando de forma multidisciplinaria (sociología, economía, psicología, antropología, etc.) y organizando foros, seminarios y congresos como la tercera edición de "Revisiones críticas sobre experiencias de intervención con hombres que ejercen violencia contra las mujeres y las familias", el cual se realiza del 7 al 12 de noviembre en las ciudades de México y Querétaro. Con la participación de ponentes de México, Estados Unidos y España, los tres últimos días del itinerario académico (10, 11 y 12 de noviembre) tendrán lugar en el Auditorio Fernando Díaz Ramírez de la UAQ.

Tanto para el trabajo práctico como para el académico han sido fundamentales, primero, el Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias, fundado en 1994, y luego, desde hace 18 años, la asociación civil Hombres por la Equidad, que Roberto dirige actualmente. Pero también la labor de apoyo que realiza en instituciones académicas, gobiernos estatales y municipales, dependencias federales y organizaciones de defensa y protección de los derechos humanos (en particular aquellas especializadas en apoyo a las mujeres y a los infantes).

—Decidí dedicarme a esto porque es una labor ética: hay que decirles a los hombres que no se vale ejercer violencia —afirma el maestro Roberto Garda Salas—. Pero no nada más hay que decírselos, también hay que crear metodologías y marcos teóricos para que comprendan por qué es importante que de un hombre a otro hombre nos apoyemos para parar la violencia. Lo que he hecho los últimos 30 años es dialogar con otros hombres. Porque si bien se debe castigar a quienes cometen violencia extrema (feminicidios, golpes, agresiones sexuales), también es muy importante hablar de por qué no podemos estar ejerciendo conductas violentas y por qué debemos caminar hacia un entendimiento, hacia un crecimiento personal y resolver los conflictos con igualdad, con equidad y con solidaridad.

 

Roberto Garda Salas durante la charla virtual “Masculinidad”, que ofreció para la comunidad FCN en febrero de 2022.


Aprender a ser hombre

—¿Dónde y cómo aprendemos a ser hombres? —le preguntamos al maestro Roberto Garda Salas.

—Tengo dos libros en los que se habla sobre esto: Estudios sobre violencia masculina y Estoy que no me aguanto, pero se puede cambiar, puedo cambiar. Los hombres aprendemos a ser hombres no sólo en la familia y con la mamá, los hombres aprendemos las cosas más significativas de ser hombres de otros hombres. Hay una idea extendida de que las madres son las que forman a los futuros machos, pero no es más que una creencia. La investigación muestra que para los niños y los jóvenes lo más importante es lo que hacen los hombres adultos, y, claro, sus pares: otros niños y otros jóvenes. Lo que se aprende en esta socialización es el trato rudo, competitivo. Ahí es donde los hombres aprendemos a ejercer el poder y la violencia: con la palabra, con el juego. La rudeza y el maltrato entre ellos y hacia las mujeres muchas veces se ve como algo divertido, de manera tal que no se conceptualiza como violencia. Por eso a muchos hombres cuando se les dice que lastimar es violencia no lo comprenden. Tenemos que darnos cuenta de que muchas prácticas que nos enseñaron para socializar o para salir adelante en una economía de mercado como gritar, ser el más fuerte, lastimar o pasar sobre otros son más bien prácticas abusivas que debemos erradicar.

—Son prácticas, además, que se dan en diferentes ámbitos, incluso entre los varones que tienen formación universitaria…

—Como ejemplo te hablaría de la insensibilidad de algunos médicos para tocar los cuerpos de otras personas o para dar una noticia a los familiares sobre una enfermedad difícil. Tenemos la insensibilidad de muchos militares, la habilidad insensible de varios abogados o la insensibilidad de algunos ingenieros frente a la naturaleza o frente a los pueblos originarios. Sí, el profesionista no es siempre el mejor hombre. Muchas veces es quien ejerce un machismo técnico, encubierto de una racionalización profesional. Ahí están los profesores que abusan de las niñas adolescentes. No son personas éticas ni solidarias. Y lo que he encontrado en mis investigaciones es que mientras lo rudo lo aprenden de otros hombres, son las mamás, las esposa, las hijas, las hermanas quienes, aquí sí, muchas veces transmiten mensajes de ética, de cuidado a los hombres: “piensa las cosas”, “cuídate”, “sé prudente”. Son mensajes de autorregulación, de no confrontación, de no abusar. Todo lo contrario de lo que muchos hombres fomentan.

La educación diferenciada se va convirtiendo en trato desigual en la sociedad. (Imagen del libro Paternidades en movimiento)

 No a las “nuevas masculinidades”

—En un artículo usted expresaba que hay que dejar de hablar de masculinidades o nuevas masculinidades como conceptos que aluden a “prácticas en las que los hombres no desean demostrar el poder, ni quieren la reafirmación ni la jerarquización sobre otras personas”. ¿Por qué?

—Es que las palabras significan, y significan mucho. Tras la derrota de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial nadie pensaba en sustituir al fascismo con un nuevo fascismo. ¿Qué se instaló en su lugar? Una democracia. Se usó otra palabra que posee un imaginario completamente distinto. Hoy existe un grupo social que reconoce que en varias interacciones ejerce abuso y que este abuso está vinculado a una identidad llamada masculinidad. Entonces, si queremos acabar con ese abuso también hay que hacer a un lado la palabra masculinidad: no más masculinidades o nuevas masculinidades. Hay que buscar otras palabras. ¿Por qué no hablamos mejor de hombres igualitarios o de igualdad o de equidad? ¿Por qué ese miedo a dejar el concepto?

—Justo, ¿por qué?

—Porque los grupos con poder simulan los cambios. Quieren los viejos conceptos para decir que han cambiado. El capitalismo, para simular que no está destruyendo el planeta, creó el concepto de capitalismo verde. Pero ¿es real? ¿El capitalismo verde puede garantizar que el planeta no se acabe muy pronto manteniendo el nivel actual de producción y de consumo de mercancías? Pues no.

—Entonces, ¿por qué se arraigó tanto el concepto?

—Cuando en los años noventa empecé a trabajar con grupos de hombres el propósito era parar la violencia. Pero en el primer lustro de los dos mil, el Departamento de Estado de Estados Unidos y las Naciones Unidas se dieron cuenta de que sería muy peligroso trabajar con los hombres el tema del poder y el ejercicio de su violencia, pues implicaba una formación crítica, un hombre que piensa las cosas. Se retomó, entonces, la propuesta de masculinidad, que venía de los años ochenta. Es un propuesta emocionalista: que los hombres ya no se enojen, que expresan sus emociones, que colaboren en el trabajo doméstico, que hablen de sus problemas, que sean buenos. Ésa es la propuesta de las masculinidades. Olvídate, por lo tanto, de hablar de relaciones de poder. En los ochenta ya había grupos y hombres profeministas que se referían al poder de los hombres como el principal problema. Entonces llegó la propuesta de las masculinidades diciendo que no, que el problema es la falta de expresión emocional. Así que se psicologizó el trabajo con hombres. Yo trabajo desde 1994 con hombres que ejercen violencia y nunca he necesitado usar la narrativa de masculinidades. Nunca. Porque me di cuenta de que eso es un peligro para las mujeres.


Aprenderse el discurso emocionalista

—¿Persistir con la narrativa de masculinidades y nuevas masculinidades es un peligro?

—Sí porque cuando un hombres se aprende el discurso emocionalista sólo suaviza sus actitudes machistas, pero no las deja. Por eso los conceptos sí importan. Si masculinidad significa opresión y violencia contra las mujeres, masculinidades y nuevas masculinidades sólo significan nuevas formas de opresión y de violencia contra las mujeres. Durante el tercera congreso "Revisiones críticas sobre experiencias de intervención con hombres que ejercen violencia contra las mujeres y las familias” vamos a presentar el libro: Intervención con hombres, ¿por qué, para qué y cómo? / Un compromiso ético con la igualdad desde un enfoque feminista. Ahí se muestra, entre otras cosas, cómo los hombres de las masculinidades ejercen nuevas formas de violencia hacia las mujeres: más sutiles, más suavizadas, pero violencia y control al final.

—Si no es conveniente continuar usando estos conceptos, ¿por qué se siguen empleando?

—Porque a las empresas y al capital no les interesa un cambio radical en los hombres, lo que les interesa es que los hombres se suavicen, que no se enojen. Así como el enojo sirve para violentar, también sirve para levantarse ante las injusticias, para protestar, para pedir mejores salarios o un trato laboral más justo. O sea, el enojo es un sentimiento que nos permite luchar socialmente. Entonces, lo que nos están diciendo esos grupos de poder es “desactivemos el enojo”. He sabido que en Chile varias empresas están dándoles talleres de masculinidades a los hombres para desarticular la formación de sindicatos. Y eso, a mí, se me hace muy peligroso.


Nota bene: en el sitio web hombresporlaequidad.org hay una gran diversidad de textos digitales escritos o coordinados por el maestro Roberto Garda Salas, los cuales se pueden descargar: guías metodológicas para generar políticas públicas con perspectiva de género, manuales de trabajo para mamás y papás por la equidad de género y de técnicas para sensibilización sobre violencia de género y familiar, un cuaderno para detener micromachismos, etc.